sábado, 20 de febrero de 2010
Una Meca Latinoamericana
No solo Bryce Echenique y Vargas Llosa se fueron a París. No fueron los únicos peruanos que se dejaron guiar por la luz de la ciudad luz. Y tampoco fueron solo peruanos los que se fueron a París, sobre todo durante la década de los 60. También se fueron argentinos y bolivianos. Pero no sólo Cortázar se fue a París, ni sólo Jorge Enrique Adoum.
Sucede que no solo los países tienen sus capitales. Las épocas también las tienen. Y París para entonces era una capital, un centro del mundo. Sin embargo, existe la idea romántica de que París era solo una meca para los intelectuales, lo cual es apenas cierto. Algunos movimientos muy importantes para la producción intelectual y artística del siglo XX se dieron lugar en la ciudad francesa. Y lo que es más importante para Latinoamérica, es que el Boom Latinoamericano tuvo uno de sus centros más importantes en esta ciudad europea, ya que varios de las principales figuras vivieron allí y desde allí escribieron.
Alfredo Bryce Echenique (1939) fue uno de esos escritores y de esos latinoamericanos que se fueron a París y escribieron y vivieron allí. Este escritor peruano es uno de los narradores latinoamericanos más importantes de las últimas décadas y su producción literaria ha sido reconocida no solo entre los hispanohablantes. Guía Triste de París (1999) es un libro que lo fue haciendo el tiempo, como el propio autor lo advierte en el prólogo. Guía Triste de París, puede ser clasificado como un libro de cuentos.
Estos cuentos hablan sobre peruanos que de una manera u otra transitaron por esta ciudad. Los personajes, casi siempre fracasados, sufren las peripecias que sufre cualquier latinoamericano que migra hacia el norte. Personajes que pasan por situaciones verdaderamente adversas, en donde se vive el día a día, sin la promesa de uno siguiente. En otras palabras, la típica situación del migrante que va a buscar mejores días en el norte. El choque de dos realidades en cuya explosiva intersección surge una criatura nostálgica y oscura. Esta criatura, que no es estática, se repite en algunas de las páginas más emblemáticas de la literatura latinoamericana y que a veces ignora el París de Hemingway y vive en el París del metro, las ratas y los cuartos minúsculos. Bryce Echenique consigue recogerlas en Guía Triste de París, decide encerrarlas en un libro de cuentos que también son crónicas.
Pero ¿es verdaderamente este un simple libro de cuentos? La respuesta es no. Si fuera una recopilación de cuentos plana el efecto no sería el mismo. Detrás de los relatos existe un envoltorio, aunque decir que están encerradas puede ser un error. A pesar de que cada cuento goza una autonomía, que termina de cerrar los cuentos, es la ciudad de París la que los vincula y los espejea. No sólo se trata de un libro que habla sobre peruanos que viven en una ciudad. Es la manera violenta en que la ciudad se apodera de los personajes y como ellos reaccionan ante ella. Porque la ciudad les impone retos como el idioma. Quizá el caso más expreso de esta situación es el cuento Retrato de escritor con gato negro, en donde se cuenta la vida de un escritor fracasado que sufre de las maldades del lenguaje, el idioma y una identidad que cada vez se va difuminando hasta el punto en que termina más identificado con un gato que con su propia mujer (otra peruana). Este cuento que es, quizás el pivote del libro, delata más que ningún otro la voluntad del autor de integrar el libro a favor de ciertos fenómenos que les eran comunes a los migrantes latinoamericanos, y sobretodo peruanos, en París. Temas como el exilio, la identidad, la nostalgia, el fracaso, el olvido, explotan en Retrato de escritor con gato negro, pero a causa de los relatos que le anteceden, e ilumina el camino de los que vendrán.
La lectura de Guía Triste de París, deja la sensación de haber leído la historia de América Latina, o del Perú. La historia que no se cuenta en las Guías Turísticas de una ciudad. Una historia, que no habla de museos, ni de las figuras que pisaron las calles parisienses. Que no habla de Vargas Llosa, de Cortázar o de Bryce Echenique. Habla de los que no se habla y vivieron en el triste París.
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