viernes, 8 de abril de 2011

El discurso del rey

En Las palabras y las cosas, Foucault nos proponía releer el juego de Borges en Otras Inquisiciones. Un juego infantil, si se quiere, pero, a través del cual, podemos mirar la manera en la que organizamos el mundo, como lo soñamos y edificamos, y también cómo somos capaces de destruirlo: todo a través de ese susurro llamado lenguaje, a través del que vivimos un mundo que nos fuera ajeno sin él. Sabemos, desde allí, la trascendencia que tienen los discursos en nuestra vida. El científico, el artístico y el político; el de un rey y el de un mendigo que grita disparates en el zócalo. Allí articulamos nuestro universo.

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