domingo, 17 de enero de 2010

El Fantasma de Haití




“El mundo entero mira horrorizado hacia Haití”. Así describió Euronews la hecatombe apocalíptica, ante la cual el concepto de tragedia no alcanza. Las imágenes de los medios y las redes sociales y los mapas satelitales de Google Earth, nos dejan azorados, sin humanidad suficiente para responder. Volver a lo ocurrido es repetir palabras gastadas, que ya no dicen suficiente: despojos, devastación, suplicio. Clamores por agua, alimentos, atención médica, entre gritos de heridos y mutilados y putrefacción de cadáveres apilados. Agonías sin refugio vagando en medio de la desorientación, la anarquía o la rabia. Millones de rostros azotados por el calvario inenarrable, gritando al cielo por qué Dios los ha olvidado… Se me vienen a la mente las palabras de Stephen Hawking: “Dios no sólo juega a los dados. A veces también los echa donde no pueden ser vistos”. Y a veces produce catástrofes que ninguna ciencia ni razón humana puede entender.



El mundo debió mirar horrorizado a Haití desde antes, porque las consecuencias del terremoto se han visto agravadas por la miseria, el hacinamiento, las construcciones de regular y mala calidad, la ausencia de infraestructuras, desde viales hasta sanitarias, del país más pobre de América. Como bien dice Patrick Le Hyaric, columnista del diario francés L´Humanité: “millares de muertos y de heridos habrían podido ser evitados si las poblaciones hubieran podido beneficiarse de una asistencia sanitaria inmediata y de un hábitat más sólido”.

Detrás hay una historia de 200 años de colonialismo, tan despiadado como el terremoto de 7,3 grados que lo aniquiló: golpes de Estado promovidos por el imperio; crueles dictaduras como las de los Duvalier; gobiernos corruptos y presidentes fantoches; escuadrones de la muerte y paramilitares con conexiones con la CIA (responsables del secuestro y la expulsión de Aristide, exiliado en Sudáfrica y reclamando hoy volver al país); hostigamiento económico del Banco Mundial, que en la siniestra época de Bush hijo cortó todo tipo de crédito; estrangulamiento del FMI que sumió a la isla en un exacerbado plan de austeridad; y totalitarismo del Consejo de Seguridad de la ONU, que mantiene una ocupación de 9.000 cascos azules y policías.

Ahora los países ricos se rasgan las vestiduras, acompañados de los famosos y de las más altas dignidades eclesiásticas. La ayuda humanitaria que se está brindando a Haití es vital, en el sentido más literal del término; pero el desastre nos lleva a pensar más allá, sobre todo en el futuro. Haití ya no existe, proclaman políticos y periodistas ante la imagen de un país sepultado. Pero ya antes era un estado fantasmal, controlado por la ONU y las potencias occidentales y abandonado a su miserable suerte de esclavitud disfrazada. Ahora tomará muchos años su reconstrucción, ¿para devenir en qué? Se prevén migraciones masivas y tanta anarquía que será necesaria una ocupación militar (al estilo del mejor Afganistán). Algún periodista estadounidense habla ya del estado 51. Otros vaticinan que será tierra de nadie… ¿Y nosotros, y el mundo? ¿Cómo hemos dormido, cómo dormiremos, con Haití bajo la conciencia?


aporte del JuanMateoEspinosa.