miércoles, 10 de marzo de 2010
El amor es como las lagartijas
Cuando era un poco más joven, me vi forzado a tomar una decisión que afectaría mi carrera de manera rotunda. O continuaba trabajando hasta deshoras y arriesgando el pellejo como reportero, o pasaba a otro periódico a corregir notas en la sala de redacción, con un mejor sueldo y horario fijo. La respuesta parecería obvia, pero no lo era tanto. Si bien veía poco a la familia, comía mal y me sentía explotado, era el trabajo para el que estaba formado: adrenalina sin tregua, reconocimiento de los grupos sociales que tenian como portavoz a aquel diario, contacto directo con la realidad de la Angelópolis y la posibilidad algunas veces de escribir reportajes sobre temas que me interesaban.
Además estaba Abril. Era una joven periodista de radio, entrona y tenaz, no acostumbrada a tragarse la verdad endulzada de los boletines; hacía investigación por su cuenta y planteaba preguntas difíciles a los personajes que manejaban los hilos de la ciudad. Teníamos asignada la misma fuente y coincidíamos en multitud de sitios. En las largas esperas entre una entrevista y otra, entre conferencias y ruedas de prensa, había tiempo para intercambiar opiniones. Comenzamos a contarnos confidencias mutuas; ella me hablaba de sus amores frustrados, sus esperanzas y anécdotas. Yo le hablaba de mi familia, donde las cosas no iban bien, y le mostraba una foto de mi hija casi una bebé, casi rubia, manchados los cachetes de pastel de cumpleaños, que llevaba en la cartera. No me había percatado hasta que Gabriel, fotógrafo de mi diario comentó al pasar: Chale, esa chava y tú siempre van juntos a todos lados. Parece que uno va siguiendo al otro. Y así era. Compartir tantas horas era un riesgo no calculado. Creo que empezábamos a enamorarnos.
Fue entonces que se presentó la oportunidad antes dicha, pero que implicaba renunciar al trabajo en la calle. Antes que al jefe de información se lo comuniqué a mis cuates y colegas, entre quienes se encontraba Abril: “Amigos, esto ya bailó las calmadas, de aquí a una semana comienzo en el Gran diario de Puebla y no nos veremos más”. Felicitaciones de todos y la mirada dolida de ella. “Bueno. Supongo que será mejor para tí. Excelente”.
Un par de días después, mientras llevaba al colegio a mi hija de cuatro años, ésta me soltó una perla de sabiduría infantil. Por distraernos durante el viaje en autobús, yo le pregunté acerca de lo que pensaba del amor y ella me dejó pasmado con su respuesta: “El amor es como las lagartijas, papá”. Le pedí que me lo explicara. “Si, porque llega corriendo y tú no ves de donde, y está ahí y hay que cuidarlo para que se quede, y de repente se va y ya”. Bien decía Martha de Jesús, una amiga del bachillerato, que los niños nacen inteligentísimos, somos los adultos quienes nos vamos haciendo más tarados con la edad.
Por fin llegó el último día de reportear para mí. Recuerdo que estábamos frente al palacio municipal. Comenzó una ronda de abrazos. Cuando le tocó el turno a Abril se prendió a mi cuerpo de una manera más que apretada. “Te vamos a extrañar mucho”, me dijo al oído. Tocaba ir a la redacción a terminar el trabajo de aquella jornada. Nueva ronda de despedidas y buenos deseos. Luego un grupo de compañeros y yo nos encaminamos al Bongo bongo, un table dance de medio pelo, como despedida. Allí pedimos bebida y botana. un par de botellas después, llegó mi turno de pasar al privado. Estaba una morena enorme, que nos había deleitado un rato antes con sus acrobacias en el tubo. Se quitó el sostén y mostró sus enormes senos, milagro de la cirugía. avanzó a donde estaba sentado. Comenzó el escarceo, pero me dí cuenta de pronto que no era eso lo que necesitaba. “abrázame” le murmuré al oído. Y así permanecimos mientras pasaban los cinco minutos de rigor.
Después de un regreso tortuoso, llegué hasta mi cama. Mi esposa me esperaba y con ella me sinceré. O casi. Lloré como una criatura por lo que dejaba atrás. Y me dí cuenta de que el amor es como las lagartijas, cuando se va se fue, y no hay forma de alcanzarlo.
Ramón Meza Rosales
feb-mar 2010
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