miércoles, 16 de febrero de 2011
recuerdos inventados.
Track 1. Intro
La voy a llamar B para que nunca acabe de ser un recuerdo, empiece a ser un personaje, me persiga en los sueños. No quisiera, alguna vez, caerme en la tristeza de decir su nombre a solas, en la cantina de la esquina o frente a un ocaso en el desierto. Prefiero que sea una inicial, un titubeo, una insinuación, un signo vacío. Lo nombres están terriblemente llenos de memoria y por eso tengo que vaciar el suyo, dejarlo suspendido en el segundo anterior a que ocurra, a que me atreva a decirlo, a nombrarla, como se nombra a un dios muy antiguo o maligno.
2. Despedida
La última vez que te vi llevabas el pelo todavía más largo. Había regresado a Quito y en cambio tu estabas por irte. Fue en junio o julio del año pasado, el verano se había retrasado. Nos vimos y yo debí haber sonreído, sé que tu lo hiciste. Sé que nos dimos un beso en la mejilla porque eso hace la gente para saludarse. Y también para despedirse. Te pregunté por tus últimos amores, dijiste que habías estado muy enamorada, fumé, miraste al suelo, te miré mirar al suelo, quisiste sonreir, no pude, me dijiste un nombre, te mencioné mil cosas, lo dijiste dos veces, laura, xavi, andrea, xavi, itsel, xavi, puebla, xavi, hidalgo, xavi, ..., xavi. Quise extirparte ese nombre de un mordisco, quise escupirlo y pisotearlo, para que se calle de una buena vez. Pero yo seguí nombrando cosas que no existen, viajes a ningún lugar, besos a nadie.
En cambio tu reclamaste por el frío y no te abrace, ni siquiera te pasé un dedo sobre tu hombro descubierto, no te ofrecí mi saco ni otro café. Te llamaron por teléfono, no intenté retenerte, no esperé a que te recogieran, preferí irme yo, primero.
3. Emily Dickinson.
Odiaba que la gente hablara en inglés, sobre todo era hispanohablante, me banco los gringos hablando en inglés, me banco a los australianos, a los profesores de inglés, a las impresoras, hasta a los ingleses les puedo aguantar que hablen en inglés, pero no a los hispanos, menos a los ecuatorianos. Y peor aún entre ecuatorianos. Puedo vomitar allí mismo. Bueno no es para tanto, tienes razón, nuestra generación le debe más a Friends que García Márquez, es lógico, igual no deja de incomodarme. Y cuando ella hablaba también. De hecho toda mi vida, había pensado que el español (o el francés, incluso el portugués y ni se diga el italiano) eran lenguas mucho más propicias para la poesía que el inglés. Además, en lugar de leer a Emilia, leía resoluciones de la ONU, creo que el resultado era lógico. El inglés para mi, entonces, era Iron Maiden o Rocky I, la BBC News, el porno de Cinemax, los manuales de las Mac, máximo Pink Floyd o Dylan, o si estaba de malas Ban Ki Moon, o Larry King o el insufrible Ross Geller. Nada como Quevedo o Rimbaud, por supuesto.
Hasta que la sorprendí a B rebuscando mi mochila, sentada en unas gradas de la universidad, mientras yo me hacía el distraído. abrió en la página 51 de aquel libro verde de 5.50 en B&N: For each ecstatic instant/ We must an anguish pay, leyó B, abriendo un poquito la boca, lo suficiente como para que algo se le escapara desde adentro, esos pocos versos en inglés. De algún modo escuché ese susurro, la regresé a ver, la vi y ella levantó la vista los suficiente como para que nos viéramos por dentro de esas palabras, debajo de la complicidad de esas palabras.
4. Abismo
cuando ocurre un sueño? en el pasado?, si te lo cuento, es como si hubiera sucedido, como si hubiera empezado en algún lugar del pasado y, cerca de allí, se hubiera terminado? ocurre en algún lugar? existe algo más cierto que un sueño inventado, que ese abismo, que ese vacío de fabular lo nunca sucedido, el lugar imposible? estas palabras también son ese acantilado, créeme, por eso le quedan bien las caídas, los horizontes y, cuando son perfectas, los silencios. Estas palabras también son ese acantilado. Como aquel en cuyo filo te encontrabas, dándome la espalda, dificultándome la vista, de algún miedo impidiendo que te reconozca tan fácilmente: si en verdad me amas, dijiste alguna vez, podrías reconocer mi pelo, mi rostro, mi voz y mi piel, en cualquier cuerpo o paisaje, en cualquier pesadilla. Y allí estaba mi cuerpo detenido sin saber que eras tú, pero deseándolo, deseando que ese cabello largo fuera el tuyo B, ese cabello que, te dije alguna vez, era perfecto, como perfecta y terrible era el precipicio al que ignorabas, porque preferías mirar lejos, ir con tus ojos más allá de la linea donde el mundo parece desplomarse. Quizá miento, quizá tenías los ojos cerrados, quizá imaginabas la caída y las piedras y los tiburones, eso no lo sé, yo seguía mirando tu cuerpo envuelto en un vestido que parecía te iba a levantar por los aires y llevarte, pero que de algún modo también te detenía, te sostenía en la tierra por la que yo caminaba hasta ti, atravesando un sendero de piedras mínimas e invisibles, atraído por tu olor, por un levísimo aroma salino, como si el mar se hubiera aglomerado en tus vértices, en tus curvas y en tus hondonadas, logrando que de pronto tu piel entrara en ese estado líquido ineludible, tan ineludible que hubiera querido no abrir nunca más los ojos, ni ver la ciudad, ni recordar, ni imaginar, sólo llegar hasta el umbral de tu nuca, milagrosa, tomarte la cintura, lanzar por ese abismo la cordura y hundir mi boca en ti B, no decir nunca más tu nombre.
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